jueves, 19 de noviembre de 2009

UNA EXPERIENCIA DE VIDA




Ya ahora, más tranquilo y relajado, creo encontrarme en condiciones para contaros nuestro camino, el de mi hija y mío.

La verdad que aquello que tantos meses costó preparar y que con unas veces más ganas que ilusión y menos motivos, se convirtió desde el mismo momento en que subimos al tren, en algo real, tangible, concreto. Pero que nos depararía…

Todo buen comienzo ha de tener buen final, y así desde nuestra llegada a Zaragoza, etapa previa entre grandes amigos, fue el preludio de lo que después vendría, pues donde la buena gente te hace agradable tu estancia, sin más contacto y conocimiento personal, no tiene por menos que ser la primera “flecha amarilla” que te indica el buen camino a seguir.

De todo hubo, pero me quedo con los que unos llaman “magia del camino” y que yo llamo “milagros del camino”, pues el camino te enseña, nadie es suficientemente sabio para entenderlo, comprenderlo.

No se puede iniciar el camino creyéndose conocedor del mismo, pues el Camino se encargará de demostrarte tu equivocación.

El Camino “quita y da”, tras todo sacrificio siempre existe el premio.

Alguien me dijo una vez que “El Camino es estar dispuesto a encontrarte a Jesús en cualquier recodo del camino” y a fe que es cierta dicha afirmación.

Otro me decían “Deja que el camino te lleve, el será el que te marque las etapas” e igualmente estaba en lo cierto.

Todo, si observáis, son señas inequívocas de que el Camino, no es, ni más ni menos, que un espejo de la Vida misma, pues en él se hace pequeño el que se cree más grande y más analfabeto el que se cree más sabio.

El camino, con sus piedras, con sus paisajes, con sus aldeas y ciudades, y sobre todo con toda su gente, es sobre todo Camino de reflexión, de conocimiento interno y mutuo, de humanidad, de conocer historias desgarradoras e historias ilusionantes y esperanzadoras.

Es tanto lo que encierra el Camino, que, cada libro, documental o película que se hace, lo pinta de forma diferente, porque cada Camino es diferente, como diferentes somos las personas. Solo es necesario hacerse inocente, estar con los ojos y oídos bien abiertos a nuevas experiencias, a ver, oír, dialogar, aprender, ofrecer y sobre todo, estar dispuesto a recibir. Porque el Camino da más que quita.

Yo que ya tuve la ocasión de conocerlo en parte hace 10 años junto a mi hija mayor, he podido comprobar todos estas cuestiones y que sobre todo el camino es pura “humanidad” en estado puro, pues si aquel primer Camino fue más interno este ha sido más abierto, más humano, mas lleno de experiencias humanas, de conocimiento de personas de toda condición, ideología, nacionalidad, que nos han aportado un conocimiento humano, en el que hemos ganado, así lo pensamos, una serie de AMIGOS, los cuales serán el gran recuerdo de este Camino, por cuanto han significado, en la forma en que entraron en nuestras vidas y sobre todo por cuanto nos han ofrecido.

Puede uno encontrarse con problemas en el Camino, nosotros no íbamos a ser menos, pero con la parte de uno y la parte que el camino ya pone (A Dios rogando y con el mazo dando) todo se ha sobrellevado, todo se ha superado, y más que dejar secuelas físicas, nos ha dejado una huella que creo, ninguno de los dos, olvidaremos jamás.

Es demasiado extenso el tema, da, como ya dije, para muchas letras y no es cuestión de escribir un libro. Como se suele decir “el que quiera saber que se compre un libro”, aunque en este caso invito a aquel lector a que realice la prueba y pruebe esta gran experiencia, eso sí, con el conocimiento físico, ético y moral que el Camino exige, pues de lo contrario, de nada le servirá la caminata, pues como he ido comentando en el Camino “Caminar solo se trata de poner un pie delante de otro”, el Camino de Santiago, el Camino de la Vida, es una cosa muy diferente, el que no loe entienda así, que se vaya a otro sitio a hacer senderismo, pues algún que otro, como en la vida misma, quizás sobra en aquel Camino.

Gracias a cuantos habéis seguido desde la distancia y con el corazón nuestro Camino y aún lo seguís, pues siempre se ha dicho que el Camino no termina en Santiago ni en Fisterra, sino que comienza, cuando creemos haberlo terminado.