sábado, 26 de mayo de 2012

LAS ALEGRÍAS, QUE COMO LAS MEIGAS, TAMBIÉN HABERLAS HAYLAS

Pareciera que cada vez que escribo en mi blog, siempre hablara de problemas y críticas. Quizás mi ser sea crítico y dé importancias a muchas cosas que para otros no parecieran tener la menor de ellas. Pero en este caso, dejaré de lado mi carácter crítico para hablar de alegrías.

Sí alegrías, porque los hijo/as, en mi caso hijas, aquellos que ya les tenemos bastante criados, sabemos del trabajo, satisfactorio trabajo que dan, pero bienvenido sea ese trabajo, si como es el caso, te dan alegrías y te hacen enorgullecerte de ellas y por ende te indican que llevas un camino correcto en su educación global.

Pero me quiero referir en el día de hoy a mi hija mayor, esa niña en espíritu, esa mujer en cuerpo y carácter, esa que lleva por nombre la de Mi Madre de los cielos, esa que hace 23 años vistió su primera túnica nazarena con su papeleta de sitio correspondiente, esa que un día quiso Ella, pudiera ponerse bajo sus plantas, cuando la hermandad que le profesa su advocación cumplió sus 50 años de existencia, esa que un día me dijo que quería ser peregrina en el Camino de Santiago junto a mí, esa que hace pocos años me dijo querer acompañar a su Virgen del Rocío, que para algo la lleva en su nombre, hasta Sanlúcar y que yo fuera con ella, esa que hace 5 años me dijo que se pondría al cuello la molía para portar a María Auxiliadora, esa que tras días y días de estudios con pocas horas de sueño me dice que ha de hacer el camino hasta Sanlúcar de nuevo tras haber tenido su entrenamiento correspondiente con la cuadrilla de María Auxiliadora la noche anterior, que es una promesa que le tiene hecha a la Stma. Virgen, a Ella, en cualquiera de sus advocaciones y que vuelve a casa con los pies hinchados y sin importarle que a los tres días haya de ponerse bajo las plantas de Ella.

Esa, esa es mi hija de la que nos sentimos orgullosos su madre y su padre, porque es ella, libre e independiente, responsable, luchadora, sociable, amiga de sus amigos y de aquello/as que quieran serlo, conocedora de lo justo y lo injusto, de la diferencia entre el bien y el mal, de lo que es el amor a una Madre y a Su Hijo.

Y además Dios, en su inmensa justicia, me ha dado otra hija que bien sigue los pasos de sus hermana mayor, la que para ella es su bastón de camino, en ese arduo, largo, a veces incómodo, duro, reflexivo, relajante, alegre... camino que es la vida.

Ambas, así lo entiendo yo, puede que como le pasa a su padre, sean incomprendidas, pues quizás vivan una vida fuera de los moldes convencionales, pero nosotros, su padre y su madre, las preferimos así, diferentes, libres e independientes, con sus pros y contras, con sus aciertos y errores, con sus virtudes y defectos, pues de siempre he entendido que ese es el camino que conduce al Finisterre celestial.
Gracias a ambas porque, aún luchando contra las incomprensiones y con las cosas que otros nos traen hasta la puerta, seguimos avanzando y si cabe más unidos cada día en ir dando forma a esta familia que estamos construyendo y en la que creemos.