Que poco queda para que un año más celebremos la llegada de nuestro Salvador. Tiempos duros, tiempos difíciles, donde quizás, la alegría y la felicidad, se abran paso a empujones, viendo a nuestro alrededor lo que tenemos, los acontecimientos diarios.
Son días dicen algunos de alegrarse, de ensanchar el espíritu, de abrir el alma y el corazón, y digo yo que ¿qué haremos los 365 días del año 2012?
Los medios de comunicación no hacen más que presentarnos informaciones, que más que ayudarnos a entender el significado de la Navidad en su amplio sentido, nos inducen más a ver que todo va mal. El cristiano, en estos días, amplía sus miras a que todo tiene un sentido, una razón de ser, un porqué sentirnos felices, de renovar nuestra fe, quizás no en que el mundo cambie, pero sí en que existe un mundo mejor, que nos espera más allá de éste.
Esta es la celebración que a pocas horas celebraremos, en familia, con amigos o en la soledad de algunos que se han quedado solos. Celebramos la llegada de la renovación de nuestra Esperanza, de que algún día veremos hechas realidad las Bienaventuranzas que el que nos nacerá pronunció.
Alegremosno, pues quien nos nace, no nacerá para los que creen en Él y sus misterios, sino para todo ser humano, pues llegado el momento de encontrarnos con Él, no hará distingos, pues bien lo diría posteriormente, "Todos somos Hijos de Dios".
Así que, aprovechar la ocasión, recargar las pilas del alma y del corazón, porque nos nace Dios hecho hombre, El Cristo, Enmanuel, el enviado para alimentar la esperanza, aquella que muchos tienen perdida y que a buen seguro, Su Padre, les tendrá anotados, para hacer realidad en ellos y en nosotros, sus Bienaventuranzas.
Así que sintámosno dichosos, por ser Bienaventurados, e hijos de Dios, solo Él es nuestro dueño y señor, y pobre de aquel que como diría más tarde, sirva a más de un señor.
Así que Felicidades, amigos, muchas felicidades y a disfrutar cada uno como mejor pueda, la llegada de Nuestro Salvador.