Entre tantas cosas como me han enseñado los seres humanos con los que, a Dios Gracias, he coincidido en mi vida, unas buenas y otras no tantas, pero todas necesarias para conocer y conocerse, alguien me enseñó que en ocasiones es bueno el silencio, la soledad, la travesía del desierto.
Hasta nuestro Maestro, nuestro Guía, hubo de pasarla, buscar en el silencio y la soledad su "Yo" interno, analizar y analizarse.
No pocas veces me he visto en esta necesidad, hasta buscarla fuera de nuestras tierras, de ahí la importancia que muchos damos al Camino de Santiago.
Es salir de la rutina, del ruido de voces de dentro y fuera de nuestro entorno.
Siempre he creído en que hay momentos en los cuales hemos de ser valientes y saber cuándo uno ha de callar y andar en soledad, pero claro hay quienes, creyéndose valientes, conformistas con lo que son y tienen, prefieren el ruido que acalle la voz que desde dentro les habla, antes que, realmente experimentar la oscuridad del túnel, de noches en vela, la falta de provisiones y el frío de suelos embarrados, en el deseo de ver la luz al final del túnel, las noches estrelladas y sonrientes, el zurrón lleno de viandas, los suelos secos, en definitiva un camino que en el reinicio del mismo nos ofrezca un amanecer esplendoroso y un ocaso inconmensurable, sabedor que, como es costumbre en el Camino, quemaremos nuestras ropas, nos desprenderemos de todo lo inservible y nos quedaremos tan solo con aquella morada del alma, el cuerpo, y tras unos minutos de silencio y reflexión, quizás los últimos por el momento, nos meteremos en las aguas purificadoras, como metimos nuestras viejas ropas en el fuego, también purificador, para salir con las fuerzas renovadas, limpios por dentro y por fuera, con una verdad cierta: Siempre estará ahí el desierto, el camino, el silencio y la soledad como bálsamo que nos alivie el alma, mientras otros, por desgracia, no han querido experimentarlo, prefiriendo vivir en su vida de ostentación e hipocresías, creyéndose amparados por el rebaño.
Pues bien, hay formas y formas de recorrer ese camino de silencio, ese camino que os he comentado, y yo ahora, en la imposibilidad de poder volver a mi amado Camino de Santiago, me he propuesto empezar un camino de ausencias, silencios y soledades, pues además, me viene de perlas, ahora que tanto se habla del fin de un ciclo, de la regeneración, yo por mi parte, pondré ese granito de arena, intentando que el 2012, sea el de mi camino regenerativo en la búsqueda de lo realmente importante, dejando, como hacemos los peregrinos en la Cruz del Ferro, a modo de símbolo, la piedra de nuestra vida anterior.
No sé si conseguiré mis objetivos, mis metas, pero ¡qué bonito es el intento!, ¡cuánto se aprende a cada paso que se da! y si no conseguimos llegar al final, que más que final es comienzo, siempre habrá quien nos dé la palmada en la espalda, ese peregrino que siempre me acompaña a cada paso, ese, que siempre aparece en el recodo del camino, para aliviarte con unas palabras, con un sorbo de agua, ese que jamás abandona: Mi buen amigo Jesús, al que en tantas ocasiones fallo y sin embargo Él jamás me falla.
Así que amigos, no voy a dejar este blog, ni mucho menos, él será mi diario de camino, pero sí dejaré al lado, o al menos lo intentaré, cosas que creía importantes y que ahora me parecen superfluas. Mi zurrón sólo llevará lo imprescindible, por cierto, muy pocas cosas y cuando regrese de mi travesía de mi camino, ojalá y así Dios lo quiera, muchas cosas hayan cambiado.
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