lunes, 25 de marzo de 2013

LA CASUÍSTICA O EN LO QUE EL HOMBRE LA CONVIERTE



No sé por qué, pero siempre he sido propicio al estudio del porqué suceden las cosas y en especial en los hechos casuísticos de aquellas, así como la influencia del ser humano en las mismas.
Se suele decir que hay fechas que nunca se te olvidan y por regla general esas, son fechas para bien o para mal en las que el ser humano consciente o inconscientemente es factor principal en esa casuística numérica.

Dicen que no hay que mirar para atrás, más, si no miráramos para detrás, no encontraríamos, para bien o para mal, el por qué suceden las cosas en el presente o sucederán en el futuro y la influencia de la casuística en estos hechos, es la labor humana las que la ha propiciado o es una suma de ambos aspectos.
Todo esto viene a correlación, más a esta última cuestión planteada en el párrafo anterior, que a la pura y radical casuística, sobre todo cuando lo sucedido te hace analizar, además del por qué, la casuística surgida.
Lo cierto y lo fijo en todo ello, es que bien sea para fastidiar a la persona o para ayudarla, el ser humano, cuando es parte implícita en el hecho en cuestión, es el que menos analiza lo que su acción o acciones han ocasionado.
Hay cosas, que son más cuantificables que otras, lo sucedido en los cumpleaños, lo sucedido en un bautizo o nacimiento, o como es el caso lo sucedido en el lugar en el que, se supone, compartes amores, sentimientos, amistades y cariños, por las personas y lo que les une, en este caso las santísimas imágenes que dan título a la corporación denominada “hermandad”.

Me explicaré.

Fuera de toda base de datos, fuera de toda probabilidad de mostrar que es así o no, lo cierto y lo fijo, es que llevo 40 años uniendo mi ser a esa Madre, a esa talla que me la representa, que me tiene el sentido absorbido y que, allá por 1972, conocí gracias a una hermana, que desde entonces era como una segunda madre, más por lo que coincidíamos que por lo que nos diferenciaba.

Pues bien este año en que gracias a Dios veré, así Él lo quiera, iluminarse la cara de mi Madre, al salir el Lunes Santo de esta Semana Santa por las puertas de la casa que le da cobijo, este Lunes precisamente, la veré por segunda vez, sin mi correspondiente papeleta de sitio, en la relación escrita, de hijos que la acompañarán.
Y aquí entra la casuística, donde el hombre, el que se supone tu “hermano de amor” ha tenido mucho que ver, con la inconsciencia, que no la falta de responsabilidad, para que la misma se produzca.
Allá con 12 años cuando vi la carita aceitunada por los humos de los cirios que la iluminan, ese año decidí unir mi vida a ella, como si estuviera, quizás, predestinado a ello desde mi nacimiento.

Allá con 13 años vestí la túnica que me identificaba como “hermano corporativo” pero que me unía, ya para siempre a ella. Aquella túnica “mi túnica” blanca con cinturón de esparto fue el preludio de la molía con 17 años y bajo la nueva talla de Jesús de las Misericordias.
Ya con 18 recién cumplidos, vi mi sueño hecho realidad, portar a mi Madre sobre mis hombros y así fue hasta que, tras 27 años bajo ella, disfrutando junto a mi hermanos, en esa especial hermandad que se vive bajo las trabajaderas, mi cuerpo dijo basta y con un inmenso dolor en mi pecho, hube de dejar ese bello mundo de la costalería.

Pero ahí estaba mi capataz, José Luis, para aliviarme esa pena, cuando al pedirle, poder seguir cerca de mis hermanos costaleros, me dio un sitio como Fiscal de Banda, lo que me permitía, seguir oyendo, sintiendo, oliendo, ese aliento costalero, junto a ella.

Este año no iré de nazareno, no iré de costalero, no iré en puesto alguno en la corporación. En el primero porque no deseo, porque siempre desde los 17 años me sentí costalero, esa era mi misión, esa era mi penitencia, esa era mi cruz y esa era la manera de demostrarle a Ella desde los 18 años cuánto la quería y cuánto le agradecía su intersección de madre ante Su Hijo.

En 1988, tras aquellas cosas de la vida a la que no le encuentras explicación y, donde el ser humano en su aspecto menos interior, decidió que no acompañara a mi Madre en ningún lugar dentro de la corporación, aquel fatídico año en que no pude ayudar a mis hermanos a soportar aquel peso cuando aquel maldito varal quiso agarrarse al dintel de la puerta, como sufría aguantando aquella pata viendo a mi Madre en aquella situación y mis hermanos doliéndose del esfuerzo.

Y ahora, sin saber por qué y justo 25 años después de aquel castigo, siento el dolor en mi pecho, al no contar con la confianza del nuevo capataz, ese hermano con el que compartí tanto bajo las trabajaderas.

Este año me toca, acompañarla de nuevo, como si un castigo fuera, no valen sentimientos, ni emociones, no importan penas ni recuerdos, el hombre ha hecho de la casuística una daga que se hunde en mi pecho, al no poder estar al lado de mi gente, porque lo entienda quien quiera entenderlo, en especial aquellos que piensen que por qué no visto la túnica, porque yo me siento hermano costalero, porque así he crecido, así me he hecho “hermano” así lo he sentido.

Así que este año junto a mi esposa, veré el trabajo de mis “hermanos costaleros”, solo los sentiré tras cada relevo, y en especial cuando esos “hermanos especiales” que hice bajo las trabajaderas, me den ese beso sincero que me recorrerá el alma.



miércoles, 16 de enero de 2013

PACO TORO, UNA VIDA DE JEREZANÍA Y ARTE

Dedicado a quien fue y ya por siempre será gran artista y grandísima persona, como padre, marido y como Jerezanísimo de leyenda.

Un homenaje a Francisco Toro, "Paco" para quienes tuvimos la suerte de  conocerle como persona y artista.

Pero mi dedicación especial para él, que fue hijo y amigo de amigo de mi padre y amigo mío.

Con especial cariño para su esposa Mª Carmen y su hija, mi gran amiga Mª José.